Diego Sánchez Aguilar
Cartagena, 1974
Es
Doctor en Literatura y trabaja como Profesor de Enseñanza Secundaria. Ha
cultivado el ensayo de investigación literaria, en el que junto a numerosos
artículos destaca la edición crítica de la poesía de Roberto Juarroz para la
editorial Cátedra. Es también narrador, y su libro de relatos “Nuevas teorías
sobre el orgasmo femenino” (Balduque, 2016) ha sido galardonado con el Premio
Setenil al mejor libro de relatos publicado en España. Como poeta ha publicado
libros como “Diario de las bestias blancas” (Premio Internacional de Poesía
Dionisia García, 2008) y “Las célebres órdenes de la noche” (Ediciones La
Palma, 2017). Recientemente ha aparecido en las antologías poéticas “Desde el
mar a la estepa” (Chamán ediciones, 2016) y “Composición de lugar” ( La Fea
Burguesía, 2016).
¿De qué le salva la poesía?
La poesía
salva de la rutina, de la pereza, de la condena y la sumisión de pensar que el
mundo es como es, que las cosas son como deben ser.
¿Un verso para repetirse siempre?
El poeta es
un fingidor.
¿Qué libro debe estar en todas las
bibliotecas?
Las elegías
de Duino.
Amor, muerte, tiempo, vida…, ¿cuál es el
gran tema?
El gran tema
es el hombre, que es todas esas cosas a la vez. El gran tema es el hombre y sus
límites también: lo que no es el hombre.
¿Qué verso de otro querría haber escrito?
Siempre la claridad viene del cielo de
Claudio Rodríguez.
¿Escribir, leer o vivir?
No distingo
bien entre esas tres acciones.
¿Dónde están las musas?
Las musas
están en el lenguaje, debajo del lenguaje, en las grietas entre las letras, que
son las grietas por las que el mundo se deja ver de otra manera.
¿Qué no puede ser poesía?
No puede ser
poesía la complacencia en lo establecido, el adorno superfluo de lo que es
aceptado sin preguntas.
¿Cuál es el último poemario que ha leído?
“Puntos de
no retorno” de Andrés García Cerdán. Muy bueno.
Si todos leyéramos versos, el mundo…
Confiaría
menos en las palabras del político, estaría abierto a la utopía, a lo
imposible.
Tres autores para vencerlo todo.
César
Vallejo para vencer la soledad y la injusticia.
Rilke para
vencer un mundo sin misterio.
Pessoa para
vencer la estupidez del pensamiento.
¿Papel y lápiz, teclado o smartphone?
Teclado,
siempre.
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