sábado, 21 de octubre de 2017

RUBÉN LUENGO

Rubén Luengo


Nacido en el único año capicúa del s. XX, gallego intencionadamente y malcriado a ultranza en un pueblo legendario llamado O Grove, este individuo de dudosa reputación y peor eficacia paseó su mediocridad por la carrera de periodismo en Santiago de Compostela. Un presumible error de burocracia le permitió graduarse y hasta hacer promoción de dos libros de poesía escritos en su adolescencia que, si la vida es justa, habrán alimentado merecidamente hogueras y retretes. Ante la intemperie de un grado inútil en la vida moderna, en 2015 probó suerte haciendo prácticas en la emisora más icónica de la parrilla nacional: Radio 3. Sin duda, todos los imbéciles tienen suerte, porque años después, a la espera de que el pelotón de fusilamiento le ajusticie, sigue trabajando con esmero en sus oficinas, con varios programas sobre sus raquíticos hombros, incluyendo el que le permite figurar en esta revista, ‘Metaverso’


¿De qué le salva la poesía?
De la sacrosanta abulia que malvive en los espejos.

¿Un verso para repetirse siempre?
‘Sonrío y me callo porque, en última instancia, uno tiene consciencia de la inutilidad de todas las palabras’. Ángel González.

¿Qué libro debe estar en todas las bibliotecas?
‘Vendrá la muerte y tendrá tus ojos’, Cesare Pavese.

Amor, muerte, tiempo, vida… ¿cuál es el gran tema?
Me resulta entristecedor tener que seleccionar un único tema, y lo digo siendo vergonzosamente pedante. Pero, desde la apetencia personal, me quedo con el solipsismo como tema: yo soy yo y el límite de mis fonemas.

¿Qué verso de otro querría haber escrito?
“De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres”. Federico García Lorca.

¿Escribir, leer o vivir?
Ingerir grandes cantidades de intrascendencia para que la poesía represente la coartada de los auténticos homicidas de la realidad. O sea, que me quedo con malvivir mientras, de vez en cuando, leo y hago el Bartleby templadamente.

¿Dónde están las musas?
En la sección de necrológicas de los medios.

¿Qué no puede ser poesía?
La poesía no puede ser simulacro de nihilismo ni halterofilia de sentimientos. Debe haber siempre una mácula pertinente de lucidez, por mínima que sea, que alimente su fórmula de fiero cinismo o de irreverencia atronadora.

¿Cuál es el último poemario que ha leído?
‘Meh’, de Diego Álvarez Miguel.

Si todos leyéramos versos, el mundo…
El mundo experimentaría esa vigorosa y lamentablemente fugaz sensación: la euforia. Y mejor aún: la euforia secreta, la que blinda la calidez y autenticidad del ánimo. Eso es la droga más entumecedora.

Tres autores para vencerlo todo.
Wislawa Szymborska, Paul Celan,  Fernando Pessoa.

¿Papel y lápiz, teclado o smartphone?

Soy decepcionantemente castizo: he desgastado todo un cementerio de grafito para unos pensamientos inútiles. Y si no hay papel, cicatriz nebulosa en el reverso de la mano. 

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