Martín Parra
Madrid,
1986
Martín Parra, que pasea sus obras
con el susto del anonimato, sigue contrayendo deudas de autoengaño y
compromisos editoriales, consciente de que la tiranía, si no próspera en
títulos y sucedidos, a nadie conviene. Su última obra publicada se trata de un
poema en prosa, largo de sillas (todas vacías): “Camille. Viñeta amorosa”
(Queimada, 2017). Acaba de ver la luz el poemario “Paseo de vidrios”, con la
editorial Lastura. Él seguirá a oscuras.
¿De qué le salva la poesía?
De una oficina mareada de mesas y gente, aunque así planteado también me resta, me priva; no me importa ese abuso.
¿Un verso para repetirse siempre?
Cualquier verso que me lleve a aquellas primeras lecturas. ¿Cuándo fue?
¿Qué libro debe estar en todas las bibliotecas?
Rayuela. Entre otros (y ocupando el sitio de tantos malentendidos, claro; la biblioteca es finita).
Amor, muerte, tiempo, vida… ¿cuál es el gran tema?
El tiempo trágico con el que se llenan los frascos: amor, muerte, vida… Y cada frasco lo sostiene un duende insobornable.
¿Qué verso de otro querría haber escrito?
Alguno que haya procurado un conflicto, una hecatombe, un abrazo, un polvo.
¿Escribir, leer o vivir?
Vivir leyendo, escribiendo y exigiéndose.
¿Dónde están las musas?
En un día por delante sin ninguna (ninguna) obligación. Y en alguna voracidad de boca ajena.
¿Qué no puede ser poesía?
Poesía nunca será una cosa resuelta, de la que decir: ¡Me ha encantado!
¿Cuál es el último poemario que ha leído?
“Antología rota”, de León Felipe.
Si todos leyéramos versos, el mundo…
Sería un feliz patio de recreo en el que alguien empezaría a robarse los bocadillos.
Tres autores para vencerlo todo.
Henry Miller, Cortázar, Gómez de la Serna.
¿Papel y lápiz, teclado o smartphone?
Si me invitas a una copa te dibujo hasta en el vaho de la mesa.
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